La reflexión sobre algo tan cotidiano se hace obligatoria para alejar del pensamiento común la idea de ciudad como algo dado, cuya existencia es una condición sine quanon de la vida humana. Su estatus de cotidianeidad, impide muchas veces tomar lo evidente como objeto de análisis, y posibilita que se considere solo como objeto, o como un espacio físico que crece por la sola agregación de edificios o personas.
Pensar la ciudad, significa no solamente concebir un plan urbano de desarrollo, sino también y más relevante aún, significa entenderla; poder realizar un mapa cognitivo y, además, intentar colocarla dentro de un proceso que incluya condicionantes y resultados. Un proceso en donde el por qué de sus orígenes tenga tanta importancia como sus transformaciones, incluidos los procesos de involución y hasta de su desaparición.
Entender la ciudad, significa también eliminar la “actitud alienada” que de ella y del urbanismo hicieron disciplinas como la Arquitectura y la Ingeniería, y colocarla en una “esfera descolonizada” y abierta a la mirada y la reflexión de otras ciencias.
La ganancia de tal apertura, se evidenció a lo largo de la historia con los aportes de disciplinas y especialidades tan dispares -en lo metodológico y lo teórico- como la Sociología, la Antropología, la Economía, la Historia, la Informática y la Geografía, solo por citar las más representativas.
Lo que estas disciplinas hicieron, fue intentar descifrar la ciudad, explicarla y describirla, tomarla como objeto de análisis y a la manera de un rompecabezas, desarmarla en sus componentes y procurar reconstruirla. Ver más allá de la casa, la plaza o el edificio, y leer en ellos su historia, una historia signada por formas sociales, modas, cambios económicos y políticos, tradiciones culturales y simbólicas, o simplemente, la idea que antecede a la concreción en el pensamiento de un Arquitecto.
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Castoriades señalaba que «el objetivo de la política no es la felicidad, sino la libertad. La libertad efectiva es lo que yo llamo autonomía. La autonomía de la colectividad, que solo puede realizarse mediante la auto institución y el autogobierno explícitos, es inconcebible sin la autonomía efectiva de los individuos que la componen. La sociedad concreta, la que vive y funciona, no es más que los individuos concretos, efectivos y ‘reales’”. “(…)
Pero lo contrario también es verdadero: la autonomía de los individuos es imposible e inconcebible sin la autonomía de la colectividad… solo puedo ser libre bajo la ley si puedo decir que esta ley es la mía –si he tenido la oportunidad efectiva de participar en su formación y establecimiento (aunque mis preferencias no hayan prevalecido).
Mi propia libertad, en su realización efectiva, es función de la libertad de los demás… libertad bajo la ley –autonomía- significa participación en el establecimiento de la ley”.
Cuando vemos que la colectividad no es autonoma y cuando los ciudadanos estan ausentes en la conformación de sus propias comunidades esta reflexión vuelve a ser actual.